El 9 de agosto de 2003, el mundo del arte perdió a uno de sus más grandes exponentes: Gregory Hines. Este talentoso bailarín y actor, conocido por su carisma y calidez, escondía un oscuro secreto que nunca compartió públicamente: luchaba contra un cáncer de hígado. Diagnósticado un año antes de su fallecimiento, Hines optó por mantener su enfermedad en privado, revelándola solo a un círculo cercano.
Nacido el 14 de febrero de 1946 en Nueva York, Gregory fue criado en un entorno artístico, donde la danza y la música eran parte fundamental de su vida. Desde los tres años, junto a su hermano Maurice, comenzó a bailar en el famoso Apollo Theater, donde se codeó con leyendas del tap. Su carrera despegó en Broadway a la temprana edad de ocho años, y a lo largo de su vida, Hines dejó una huella imborrable en el mundo del espectáculo.
A pesar de su éxito, Hines enfrentó desafíos personales significativos. Su matrimonio con Patricia Pennella terminó en divorcio en 1973, y la tensión con su hermano Maurice casi llevó a una ruptura irreparable entre ellos. Sin embargo, eventualmente se reconciliaron, lo que permitió a Gregory regresar a las tablas y reavivar su pasión por el tap.
Su carrera cinematográfica también floreció, con papeles destacados en películas como “El club del jazz” y “La mujer del predicador”, así como en la serie “Little Bill”, que le valió un Emmy. Gregory no solo fue un ícono del tap, sino un defensor de su legado, ayudando a establecer el Día Nacional del Tap y promoviendo a jóvenes talentos.
El funeral de Hines, celebrado en la iglesia católica de Santa Mónica, fue un tributo a su grandeza, con cientos de amigos, familiares y admiradores presentes. Su influencia perdura en el mundo del arte, y su legado se celebra cada año, recordándonos que su pasión y dedicación al tap dance seguirán inspirando a futuras generaciones.