El fútbol internacional se encuentra sacudido tras la sorprendente revelación de que la Copa del Mundo entregada a Lionel Messi y a la selección argentina en Qatar 2022 no era el trofeo oficial de la FIFA. La noticia, que rápidamente se ha convertido en tema de debate global, pone en tela de juicio uno de los momentos más icónicos de la historia del deporte: la consagración de Argentina en el estadio de Lusail.
De acuerdo con diversas fuentes cercanas a la organización, el trofeo que Messi alzó aquella noche fue una réplica y no la original pieza de oro macizo de 18 quilates custodiada por la FIFA. En medio del caos, la euforia y la invasión de cámaras, la réplica habría llegado a manos de los jugadores sin que nadie lo advirtiera en ese instante.
Especialistas señalan que no es la primera vez que algo similar sucede en torneos de gran magnitud. La FIFA suele contar con réplicas para actos protocolares y medidas de seguridad, ya que el trofeo oficial solo puede ser manipulado por campeones del mundo y autoridades designadas. Sin embargo, en el caso de Qatar, la falta de claridad sobre cuándo y cómo se intercambió el trofeo generó una ola de confusión.
Lejos de mostrarse incómodo, Lionel Messi habría tomado la situación con humor y naturalidad, restando importancia a la polémica. “Lo que importa es que Argentina es campeón del mundo. El trofeo es un símbolo, pero la gloria es eterna”, habría comentado. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), por su parte, aclaró que el equipo tuvo acceso al trofeo verdadero durante la celebración privada en los vestuarios.
Más allá de la controversia, lo cierto es que la gesta de la Albiceleste en Qatar 2022 permanece intacta. El Mundial ganado en la final contra Francia, con Messi como protagonista absoluto, no pierde valor por un detalle ceremonial. La réplica o el original poco importan: lo que quedará en la memoria de los aficionados será la tercera estrella bordada en la camiseta argentina y la coronación de Messi como el rey eterno del fútbol.
