Antonio Espayat, el dueño de la emblemática discoteca Jetset, rompió su silencio tras el devastador colapso del techo que dejó al menos 27 muertos y más de 160 heridos en Santo Domingo. En una carta enviada al Ministerio Público, Espayat expresó su disposición a colaborar con la investigación, manifestando su dolor por la tragedia que ha conmocionado a la República Dominicana. Sin embargo, su declaración ha sido recibida con escepticismo, ya que muchos se preguntan por qué esperó hasta ahora para hablar, justo cuando aumentan las especulaciones sobre su posible negligencia.
La noche del colapso, que ocurrió en un evento donde Ruby Pérez actuaba, se convirtió en un escenario de terror. Testigos relatan que minutos antes del desastre, pequeñas partículas caían del techo, pero la diversión se tornó en caos cuando el concreto se desplomó, dejando a cientos atrapados. Las imágenes del desastre han inundado las redes, y la indignación crece entre los ciudadanos que exigen respuestas contundentes.
Espayat, quien ha sido criticado por su silencio inicial, aseguró que nunca fue su intención que ocurriera una tragedia de tal magnitud. Sin embargo, la presión mediática y las demandas legales, incluida una presentada por la familia de un policía fallecido, han intensificado el escrutinio sobre su responsabilidad. En sus declaraciones recientes, Espayat se defendió, afirmando que no aceptará ser tratado como un criminal.
Las investigaciones continúan, y el país está en vilo, cuestionando si hubo advertencias ignoradas y si se tomaron las medidas adecuadas para garantizar la seguridad del local. Este caso no solo es una tragedia personal, sino un reflejo de una crisis más profunda en la sociedad dominicana, donde la confianza en las instituciones y la justicia se tambalea. La historia del Jetset, un símbolo de la cultura dominicana por más de 50 años, se ha transformado en un oscuro recordatorio de la fragilidad de la vida.